EL DUELO EN LOS NIÑOS EN EL COVID

GUÍA PARA ACOMPAÑAR EL DUELO DE LOS NIÑOS EN TIEMPOS DEL COVID

  1. Los niños son curiosos y la muerte es un misterio. Ellos, de alguna manera, quieren encontrar respuestas, aunque a veces no se atreven o saben hacer las preguntas abiertamente. Es importante salir a su encuentro y hablarles de la muerte. 

2. La pandemia está dejándonos datos y escenas de dolor, de personas desconocidas y muertes antinaturales (que no son por vejez). Los niños precisan hablar abiertamente y ser escuchados estando atentos a su repuesta emocional. Los adultos deben permitir a los niños que puedan hablarlo con naturalidad. Es tiempo de escucharlos. Estamos ante un duelo social (se da en guerras, catástrofes, atentados…). Ellos no pueden gestionar a solas el tabú de la muerte.

3. El duelo personal es el proceso normal después de perder a alguien. Es el precio del amor. Si los niños han querido, también están en duelo. Obviar a los niños es dejarlos desprotegidos.

4. El niño generalmente no puede expresar el duelo como un adulto. Le faltan palabras y desarrollo emocional para ello. Suele expresarlo con su comportamiento: rabietas, enfado, agresividad, inhibición, aislamiento, llantos inesperados. En otros casos lo expresan con espontaneidad diciendo sin filtro ¡Mi abuelita ha muerto! y queriendo hablar todo el tiempo de ello.

5. Los niños necesitan que le demos permiso para estar en duelo. Los adultos debemos validar su necesidad de expresar emociones y sentimientos. Con sencillez y sinceridad, y adecuando el lenguaje a su edad y madurez emocional, podemos acercarnos diciéndole: « Veo que lo estás pasando mal. Puede que sea porque tu … ha muerto » « ¿Quieres que hablemos? »

6. Hay que explicarles que murió porque « «se puso muy muy grave » o « muy muy muy malito », cuidando que no asocie ponerse enfermo con morir. Sólo algunas enfermedades matan y no siempre, ni a todos.

7. Los adultos pueden llorar junto a los niños, procurando no desbordarse para poder seguir acompañando el momento. Puedes explicar: « Lloro porque me da tristeza que no esté entre nosotros » « Ha sido importante para mi » « Estoy triste porque me gustaba estar con ella, él,… » « Estoy sintiendo contigo ». Puedes dejar que el cuerpo hable preguntando antes: « ¿nos damos un abrazo? » « ¿te doy un beso? »

8. Los profesores también deben validar y anticiparse a los niños a la vuelta, o cuando tengan ocasión de cercanía, diciéndoles, siempre con delicadeza y mostrando dulzura y afecto: « Sé que tu… murió » « Sabéis que han muertos muchas personas » « ¿Quieres/queréis que hablemos de ello? ». Y escuchar, estar cerca, sin juicio, sin anticipar respuestas ni intelectualizar. Dejando que puedan expresar lo que tienen dentro, respetando la madurez emocional, ideas, creencias, espiritualidad o religión del niño y de la familia. Puede ser con dibujos, plastilina, muñecas, coches, cuentos…

9. Los adultos debemos aceptar el misterio de la muerte y transmitirles: « aunque no tengamos respuestas » « estoy aquí para ti/vosotros ».

10. Los niños normalmente no se dañan por la muerte cercana, sino por la imposibilidad de normalizar el dolor y la ansiedad con el resto de los supervivientes. Que esta experiencia dramática construya una generación con más recursos emocionales es responsabilidad de todos.

Juan BELLIDO

Psicólogo

www.juanbellido.com

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